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The Commons and World governance. Towards a global social contract Los comunes y la gobernanza mundial. Hacia un contrato social mundial
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Entrar en los “comunes”

 

La gran revolución en curso –de hecho sólo la primera revolución mundial en la historia– está transformando profundamente la forma tradicional en que la humanidad se ha organizado. Hoy, el estado ya no dispone de medios para asegurar la sustentabilidad de la humanidad, ni puede evitar que él mismo, otros estados o actores privados vulneren irremediablemente nuestro tesoro más preciado: nuestro planeta. Esta impotencia repentina del actor más poderoso del panorama mundial la ha provocado la entrada precipitada de la mundialización, que ha superado a velocidad exorbitante a los actores tradicionales de la política internacional y rescrito las reglas del juego económico. Al hacerlo, también ha provocado la necesidad de concebir y defender lo que se puede describir como el interés mundial, uno que debe inevitablemente prevalecer sobre los “intereses nacionales” individuales, anticuados e ineficaces, que llevan siglos determinando la dirección de los asuntos internacionales.

 

Este naciente interés mundial difiere de los intereses nacionales no sólo en su alcance –no se trata de una agregación de intereses nacionales– sino también en sus postulados. Los intereses nacionales están intrínsecamente basados sobre la competición tanto por los recursos como por el poder, en lo que se presenta como una forma de darwinismo político en donde los “más aptos” dominan y aprovechan de los más débiles. En este esquema, los “Otros” sólo se conciben en función de si constituyen o no un freno a los propios intereses nacionales. Una de las discusiones más acertadas sobre este punto fundamental la presentó a mediados del siglo XX el jurista alemán Carl Schmitt, quien postuló que cada sociedad se define por su oposición a las otras. Como tal, la política en sí misma se define a través de la dicotomía amigo/enemigo, con el estado incorporando históricamente la forma más completa de la política. Pero según Schmitt, el estado es una construcción transitoria de la política y cuando deja de tener el monopolio de determinar quién es amigo y quién enemigo, perece. En otras palabras, esto significaría que los efectos potenciales (y a largo plazo) de la mundialización serían los de anihilar la noción misma de amigo/enemigo, con ella la política y en última instancia el mismo estado. Sin embargo, los procesos históricos no son lineales ni pueden ser determinados de antemano.

 

La intuición y la doctrina de Schmitt se vuelven aún más relevantes con los cambios que han surgido en los últimos años, cuando la noción tradicional de amigo/enemigo se ha vuelto cada vez más compleja con la prevalencia creciente de la interdependencia mundial y, todavía más importante, cuando ha emergido una consciencia mundial sobre la vulnerabilidad de nuestro planeta y la necesidad de hacer frente a esta amenaza existencial de la única manera posible: colectivamente. Es preciso, por tanto, evitar toda visión ilusoria de esta interdependencia mundial puesto que uno de los rasgos característicos del periodo histórico abierto desde fines del siglo 20 es la mutación de la dicotomía clásica amigo/enemigo, la cual está cambiando de naturaleza. La nueva consciencia mundial del destino común de la humanidad no sólo va acompañada de nuevas confrontaciones sociales, políticas, culturales que mantienen abiertos los desafíos de construir un mundo en paz.

 

Además, los riesgos y daños ecológicos han alcanzado niveles tales que el mismo destino común de la humanidad está puesto en juego. Es a través de esta brusca percepción de nuestra vulnerabilidad y nuestra diversidad que el concepto de “bienes comunes” y luego sencillamente “los comunes” ha surgido en los últimos años. Aunque deteriorados por los efectos devastadores de las políticas y prácticas neoliberales, “los comunes” aparecen cada vez más como el referente en todo lo que se refiere a la política, con ramificaciones profundas que llegan hasta la raíz misma de la filosofía política. En otras palabras, esta idea nos empuja cada vez más a preguntarnos, colectivamente, qué tipo de sociedad -mundial- queremos. David Bollier destaca que “como sistema de gobernanza, los comunes aportan valores esenciales de los que carecen el estado neoliberal y el sistema del mercado: la capacidad de fijar y hacer cumplir límites sustentables sobre los mercados; la capacidad de internalizar las ‘externalidades’ que producen los mercados; y la capacidad de declarar que ciertos recursos son inalienables –o sea, prohibidos a los mercados.”

 

Así, al sugerir que ciertos recursos pueden ser considerados como portadores de derechos inalienables, lo que en esencia dice Bollier es que los comunes nos permiten imaginar otro paradigma para la acción política, a esca- las que van de acciones micro-políticas a acciones políticas mundiales. Este es un argumento poderoso pues, hasta ahora, la teoría política o se ha confinado en la práctica a entidades políticas cerradas, ya sean ciudades- estado, reinos, repúblicas o imperios, o restringido teóricamente a estados mundiales autoritarios impuestos por arriba, como la monarquía de Dante o el Leviathan de Hobbes. Si un sistema de gobernanza mundial basado en los comunes es potencialmente realizable, esto significaría de hecho un gran avance revolucionario en la historia humana pues sería el primer ejemplo de un sistema mundial de gobernanza construido desde abajo.

 

El teórico político del siglo XX Leo Strauss definió la acción política simplemente como una cuestión de preservación y/o de cambio. “Cuando se trata de preservación,” sugirió, “se trata de evitar que ocurra algo peor. Cuando de trata cambio, se trata de cambiar para algo mejor.”.  Nuestro objeto de estudio nos conduce precisamente entre estos dos ámbitos: cuidar nuestra Madre-Tierra, proteger el medio ambiente y su integridad, por un lado, y cambiar nuestros modos de gobernanza para asegurar nuestra libertad colectiva de acceder a los comunes, por el otro. El hilo conductor de este documento se basa en el postulado que los comunes pueden actuar como concepto central que potencialmente podría cambiar nuestro panorama social y político al empujarnos a desarrollar nuevos modelos de gobernanza mundial. Empezaremos por examinar cómo, en las dos últimas décadas, las reglas del juego han cambiado radicalmente. Luego, retrospectivamente, abordaremos cuestiones fundamentales que están en la raíz de la filosofía y la acción políticas. Enseguida examinaremos la idea de un contrato social mundial y terminaremos con una discusión sobre cómo el concepto mismo de los comunes nos permitiría abrir el camino por cual avanzaremos en hacer realidad estas ideas.

 

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