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Territorios de la vida o desertificación de mercado Territorios de la vida o desertificación de mercado

 

(Extracto del texto completo disponible en la revista Sustentabilidades nº6 :  Territorios de la vida o desertificación de mercado).

 

Carlos Galano es profesor de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, Facultad de Ciencia Política. Posgrados de Política Ambiental Latinoamericana y Comunicación Ambiental.

 

La crisis ambiental, crisis de una etapa histórica de la humanidad, de la Modernidad Insustentable más precisamente, ha puesto en tela de juicio los conceptos construidos para representar o referirse a la realidad durante los últimos 500 años. En este sentido, el interrogante que nos planteamos, se traduce en un prólogo, cuyo arraigo territorial anida en los umbrales de la conquista colonización, y se profundiza luego, en la matriz territorial del Estado Nación, como formato territorial del iluminismo y su posterior linaje expresado en la Racionalidad Instrumental del Capitalismo y su derivación postrera, altamente arrasadora, el Neoliberalismo-.

 

Justamente el concepto de territorio ha sido una de las construcciones silenciosas de la Modernidad, subrepticiamente escondida en los laberintos sin salida de las Ciencias Clásicas, embriagadas por el culto a la Razón Cartesiana y expresadas por las narraciones matematizadas de Galileo, por las absolutizaciones newtonianas, tanto como la externalización definitiva de la naturaleza engendradas en la prosapia científica filosófica de Bacon y Kant. La categoría Espacio-Territorio aprisionada por las vertientes citadas, y reducida a mera expresión explicativa por la lógica positivista, luego neopositivista e hipotética deductiva en todas sus variantes, revelan la imposibilidad de ser, de poder corresponderse-correlacionarse con un objeto, pues solamente brilla con su opacidad mutilada, y, particularmente por su invisible subordinación a la categoría tiempo.

 

En la primera madrugada de la Modernidad, mientras se desarrolla el proceso de conquista y colonización de América, Abya Yala para nosotros, el formato de los lenguajes coloniales, abismado en el ordenamiento superficial del territorio, está contaminado por la visión espacial insustentable, imponiendo con bizarría absolutista, la nueva cartografía del poder. Pensemos que la primera división territorial de la conquista nace de acto de travestismo. El obispo español Cesar Borja, decide cambiar su apellido por Borghia, y en esa condición es elegido papa con el nombre de Alejandro VI. Es él quién mediante una bula, rompe la complejidad el ecosistema de Abya Yala, y con un tajo vertical, fiel a la geometría euclideana y la matematización galileana, siguiendo pulcramente el curso meridiano, divide el mundo nuevo en dos, la mayor parte para España, el resto a Portugal.

 

La gestualidad fragmentadora y cosificadora papal, expresa sin ambages la naturaleza desnaturalizada del poder epocal recién inaugurado, narra una perspectiva globalizadora de tendencia unidimensional, que en poco tiempo se revestirá con los ajuares de la ciencia clásica, ciencia mecanicista, cuyo lenguaje se expresa en la fragmentación disciplinar, y desde su afirmación metafísica, impuesta por el imperio del pensamiento kantiano, baña con el sortilegio de las leyes de mercado y con la liturgia cultural centrada en la fe del Progreso al capitalismo. El poder colonizador impone sobre estas tierras, inclusive aquí en los suelos de la región de Rosario, las palabras nuevas, tan modernas e incomparables, tan representativas de la cumbre civilizatoria, que naturalmente, modernamente, definen el modo de ser, por ser palabra inaugural como Plata, aunque no sean otra cosa que la expresión frígida del desencantamiento del mundo, para que pueda reconvertirse la geografía multidimensional de este continente, en un molde uniforme, homogéneo, de lisura mercantil, donde los fragmentos dislocados se especialicen en cumplir, sin obstáculos, la extenuada hemorragia unidireccional de sus riquezas inagotables.

 

Se labra en las heridas de tierras y aguas el único destino posible, cumplir el mandato de la lógica angurrienta e insaciable naciente, en principio coagulada extrañamente en las entrañas del renacimiento, luego aprisionada oscuramente por la promesas embaucadoras del iluminismo y finalmente, extorsionada por el capitalismo goyesco, para que en el interior del ser comarcal, habitado desde siempre por el bullicio de la diversidad, no pudiera habitar otro futuro, que un eterno presente sembrado con sombras fantasmáticas de productivismo fatuo, en medio de la desolación y el espanto.

 

La Racionalidad Instrumental, nacida en los entresijos de la Razón Cartesiana, se convirtió en la única liturgia del Progreso. El crecimiento económico, motor imparable para la ilusión del Progreso, aceptando que el origen latino de la palabra ilussion significa engaño, dejó a la geografía malherida y enmudecida, cuando se evaporó la naturaleza del espacio conquistado, enquistado en los vaivenes del pillaje, beneficiando de modo excluyente la territorialidad occidentalocéntrica, asentadas sobre los cimientos sanguinolentos construidos por el desguasamiento del ser original. Como corolario inevitable el espacio adquirió los contornos ilimitados del mercado y el ser no tuvo más remedio que convertirse en un ciudadano manipulado por la Ontología de la Trivialidad.

 

Abya Yala gritó silencios que se tornaron ominosos. El cuerpo bello y voluptuoso de Latinoamérica y el Caribe se quedó sin alas. Se le hundieron los pechos y los pómulos. Su respiración expresó los soplidos de la rebelión. Sus palabras voluptuosas como su diversidad, fueron selladas con los metales pesados de cruces y espadas. Se le aquietaron los pies. Pero los ojos siguieron mirando y el corazón latiendo. Aunque llegó el hambre, esa hambre que se come con la leche, como dice E. Rosenzvaig, que se olvidó la fiesta del pezón al envenenarse el cordón umbilical con la tierra. La territorialidad exhausta de Abya Yala pagó el precio de la colonialidad que la colonialidad del poder occidental le impuso, y el desamparo habitó sobre las lumbres antiguas con toda la tristeza de mundo.

(…)

 

Y aquí nos encontramos, en el borde de dos bordes. Vivimos en el borde de una época que comenzó a transitar con preocupación y esperanzas la cuestión ambiental por las décadas 60 y 70 del siglo XX. En 1972 Estocolmo y el Informe sobre los Límites del Crecimiento del Club de Roma representan una gestualidad epifánica. En 1977, hace 34 años se establecieron los principios de la Educación Ambiental en Tiblisi: Ética para la Sustentabilidad y comprensión del Mundo como Sistema Complejo. Allí comienza una saga epocal plagada de Cumbres cuyos abordajes pusieron énfasis en la cuestión ambiental, la sustentabilidad, la población y las ciudades. Una época que legisló empeñosamente para que los sistemas jurídicos internacionales, nacionales y locales construyeran una malla protectora sobre la naturaleza. Mucha preocupación por la cuestión territorial y por la territorialización del Ser. Cómo no agregar a estas sagas, Río 92, El Cairo y su preocupación por el tema poblacional. Beijín y la problemática de la Mujer, Estambul y la perplejidad frente al desborde de los ámbitos urbanos, Kyoto y su preocupación por el Cambio Climático, como recientemente en Copenhague, otros tantos encuentros sobre la Educación y las Ciencias, como en Budapest. Todo tanto fracaso. Todo tanto empecinamiento del Poder concentrado de Occidente para llevarnos hacia el abismo infinito, Todo tanta sordera, tanta ceguera tanta desterritorialización de la vida en aras de la metafísica del mercado, supuesto suelo identitario del ser del siglo XXI.

 

Los millones de Km2 de la Cuenca del Plata, incluyendo el litoral argentino, santafesino y rosarino, han configurado un espacio mutilado, fragmentado, donde la diversidad entró en el tobogán del exterminio y la diversidad cultural ha sido encerrada en los recintos de la homogeneidad civilizatoria. A pesar de ello los clamores de re-existencia de los Pueblos Originales, oímos sus clamores por estas tierras litoraleñas, y la potencia creciente de las culturas populares, rehabilitan los recintos de la esperanza y se conjuga un verbo perdido por la intolerancia civilizatoria occidental, Decolonizar. “Descolonizar la Colonialidad del Poder, Descolonizar la Colonialidad del Saber y Descolonizar la Colonialidad del Ser”. (Souza)

 

Mayoritariamente la población habita ámbitos urbanos, desgarrados entre megalópolis, metrópolis, ciudades medianas y pequeñas. Esta Geografía Urbana se desarrolla en un urbanismo de la desigualdad. La región no escapa a este proceso mundializado, pero aquí se dinamiza en sintonía con el proceso de crecimiento del Latifundio Genético y de una economía globalizada que fue derrumbando fronteras nacionales en aras de la globalización Neoliberal y, simultáneamente, expulsando pobladores, quienes, finalmente, recalaron y recalan como Refugiados Ambientales, en las ciudades de cualquier tamaño, en espacial en las áreas metropolitanas. Todo territorio que ingresa a la globalización neoliberal, simultáneamente se urbaniza aceleradamente en la misma proporción en que se fragmenta. Este proceso refleja en el espacio, la filosofía profunda de la Modernidad y del capitalismo, originada en Kant, fraguada en las turbiedades del individualismo y la alienación de la propiedad privada. El Progreso ha sido el artífice de la subalternización de suelo y culturas en aras de la inespacialidad del Mercado.

 

El único destino posible de esa concepción no ha sido otro que el de la Crisis Ambiental. Crisis civilizatoria, como dice el Manifiesto por la Vida, “crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas. Es el resultado de una visión mecanicista del mundo que, ignorando los límites biofísicos de la naturaleza y los estilos de vida de las diferentes culturas, está acelerando el calentamiento global del planeta”.

 

Allá por la década del 70 uno de los grandes pensadores argentinos desterrados del suelo contaminado de la academia, colonizados por las ciencias oficiales Mecanicistas, adictos al método Hipotético Deductivo y sus derivaciones, aquí en el país, pudieran llamarse como se llamase, Sadosky, Bunge, etc., epistemólogos afectos a la rigurosidad del pensamiento puro, sin contaminantes, reconocieron y despreciaron los aportes de Rodolfo Kush. Sus aportes recorrían el camino que iba en la dirección de la recuperación del suelo. Sostenía que “Cada cultura debe tener su suelo, su punto de apoyo y enraizamiento para poder ser lo que se debe ser y no lo que le imponen ser- “que el suelo, el territorio simboliza el margen de arraigo que toda cultura debe tener, es como estar prendido al territorio, que es el único sentido que tiene la vida. Ese domicilio del ser, es como dice el brujo de Tiahuanaco, Ucamau, que el mundo así es”. Sobre el método Hipotético Deductivo, recordamos que “llegará el momento que se les enseñe a los alumnos en las escuela, cómo el método Hipotético Deductivo, consistía en la antigua y abolida costumbre de equivocarse” (García Márquez).

 

Para reimaginar la territorialización de la Cuenca del Plata en tiempos de Crisis Ambiental, crisis civilizatoria y de un modelo de producción y consumo, que se fundó en el desconocimiento de la otredad, debemos profundizar un concepto de construcción profundamente latinoamericana, el concepto Ambiente, un concepto que “configura una nueva visión del desarrollo humano, que reintegra los valores y potenciales de la naturaleza, las externalidades sociales, los saberse subyugados y la complejidad del mundo negados por la racionalidad mecanicista, simplificadora, unidimensional, fraccionadora. El Ambiente emerge como un saber reintegrador de la diversidad, de nuevos valores éticos y estéticos, de los potenciales sinegéticos que genera la articulación de procesos ecológicos, tecnológicos y culturales”. (Leff).

 

Este paraguas y parteaguas canaliza la reflexión sobre la territorialidad hacia los mares de la interculturalidad y la complejidad ambiental. Las huellas escritas por la liturgia del progreso en la piel de la cuenca se encuentran por doquier. Son muy perceptibles en la región de Rosario, Esas marcas tienen las promesas de la modernidad, cuyos postulados proclaman recetas que terminarán con la pobreza, repartirán el bienestar y ciudadanizarán a todos como habitantes del Palacio de Cristal, metáfora dotoieskyana referida a estados que promuevan tanto el crecimiento personal y colectivo, el bienestar y la felicidad. Palabra pura palabra. Mentiras puras Mentiras, la última de esas palabras mentiras ha sido escrita en Copenhague.

 

El imaginario del mundo globalizado, y este aserto está dibujado en todos los pliegues de la Cuenca del Plata, y consecuentemente en la región pampeana es el vaciamiento del territorio. El mecanicismo codificado en productivismo insaciable determinó que el territorio fuera despojado de su cualidad de ser habitado para crear el hábito de ser. La economización de la vida y la tecnologización de la cultura, convirtieron al espacio de la cuenca y la Pampa, en una inagotable canasta de recursos. Potenciada por la intervención sobre la piel de la tierra con la construcción de megaobras hidroeléctricas, hidrovías rectificadoras de los errores de la geomorfología, esa especie de persistencia en la idiotez que tiene el paisaje para el capitalismo, productivismo industrial altamente contaminante, metal siderurgia, pasteras y petroquímicas; expansión descontrolada de la homogeneización productiva agraria, sustentada en la transgenización con visos de ecocidio irreparable. Producción infinita de Refugiados Ambientales que aceleran el proceso de urbanización y favorecen el resurgimiento de trabajo esclavo o en condiciones de servidumbre en todos los países de la región, afortunadamente hecho visible y denunciado en la República Argentina.

 

mujeres aymará – obra vendida | Cuadro

 

Reflexionar sobre la territorialización de la Cuenca del Plata en clave de integración intercultural a favor de la Cultura de la Vida es poner en marcha, entre otros vigorosos aportes, lo enunciado por la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra, propuesto por Evo Morales al mundo el 22 de abril de 2009.

 

1- El derecho a la vida que significa el derecho a existir. El Derecho a que ningún Ecosistema, ninguna especie animal o vegetal, ningún nevado, río o lago sea eliminado o exterminado por una actitud irresponsable de los seres humanos.

 

La concepción de Orejona, la madre primitiva de la Tierra según la tradición local.

 

2- El derecho a la regeneración de su biocapacidad. La Madre Tierra tiene que poder regenerar su biocapacidad, La actividad humana sobre el Planeta Tierra y sus recursos no puede ser ilimitada. El desarrollo no puede ser infinito. Hay un límite, y ese límite es la capacidad de regeneración de las especies animales, vegetales, forestales, de las fuentes de agua y de la propia atmósfera. Si los seres humanos consumimos, y peor derrochamos más de lo que la Madre Tierra es capaz de reponer entonces estamos matando lentamente nuestro hogar. Nosotros deseamos reflexionar que la cartografía de la Cuenca del Plata marque las heridas de la hemorragia que está matando a la Cuenca.

 

3- El Derecho a una vida limpia, a vivir sin contaminación.

 

Entrada de Kalasasaya.

 

4- El Derecho a la armonía y al equilibrio con todos y entre todos y todo. El derecho a la interdependencia.

 

Para concluir estas reflexiones sobre la territorialización de la Cuenca del Plata deseo compartir estas dos grandes conceptualizaciones abarcadoras que se inscriben en la insustentabilidad de la Cuenca e integra a la región pampeana, que deberían ser reorientadas para reimaginar el futuro y vivir el presente con la esperanza de SER. Primero sostenemos que es paradojal afirmar que vivimos la Sociedad del Conocimiento y la Información, cuando lo que impera por doquier es el desconocimiento sobre la complejidad y la incertidumbre, la incompletud y el devenir, el opacamiento del complejo real y la dogmatización de la simplificación. Nunca como ahora hubo tanto desconocimiento, tanta crisis, tanto desencantamiento y alienación. Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido tanta pobreza y seres humanos que desconocieran tanto sobre la vida y los mundos de vida, enajenadas por la hipertecnologización de la cultura y la colonización de sus saberes. Nunca antes en la historia de la humanidad hubo tantos desempleados, identidades vulneradas en sus derechos y patrimonios culturales por desarraigos de sus mundos de vida, destrucción de sus ecosistemas naturales y simbólicos. Nunca antes en la historia la sociedad estuvo sitiada sin horizontes por la economización de la vida y vaciada por la hipertecnologización de la cultura.

 

Uno de los factores del desconocimiento del conocimiento de la ciencia clásica está originado por su modo de fragmentarse en ínsulas inconexas denominadas disciplinas. Los feudos disciplinares favorecieron la promoción de tecnócratas, especialistas ignaros de saberes reduccioncitas e ignorantes de la complejidad. Será imposible imaginar otro futuro prolongando ese modo de conocer. Por eso compartimos con Steinner que “Ya no quedan más comienzos”. Dentro de la lógica depredadora, de la racionalidad instrumental no habrá historia que pueda narrar la historia, ni geografía que pueda concebir el espacio, ni biología que pueda saber sobre la vida, ni filosofía que sea capaz de reflexionar sobre los sentidos existenciales, ni economía que esté en condiciones de velar por la dignidad de todos los habitantes del OIKOS.

 

La educación ambiental, decimos en el Manifiesto por la Vida, “debe entenderse en este contexto como una pedagogía basada en el diálogo de saberes y orientada hacia la construcción de una racionalidad ambiental. Esta pedagogía incorpora una visión holística del mundo y un pensamiento de la complejidad. Pero va más allá, al fundarse en una ética y una ontología de la otredad, que del mundo cerrado de las interrelaciones sistémicas, del mundo objetivado de lo ya dado, y que se abre al infinito del mundo de lo inédito posible y a la creación de lo “que aún no es”.

 

En este punto de la reflexión deseamos destacar las sinergias de la trilogía ambiente, territorialidad y justicia como los magmas propiciatorios tendientes a imaginar una nueva ontología y epistemología de la Educación Ambiental, que pueda sostener la posibilidad de mitigar los efectos catastróficos que inevitablemente producirá el aceleramiento del Cambio Climático

 

Para repensar la problemática del Cambio Climático en la Cuenca del Plata y especialmente en la región de Rosario, deberemos enfrentar al conocimiento consabido, naturalizado por la literatura cientificista y las grafías productivistas, ese enfrentamiento implica un movimiento simultáneo de desposesión de la Racionalidad Instrumental y de inscripción del pensar en la Racionalidad Ambiental. En este sentido, como expresamos anteriormente, el concepto Ambiente es la contribución realizada desde Latinoamérica para la reflexión sobre el saber y los tiempos.

 

Y el otro punto que deseo remarcar para reimaginar la territorialización de la Cuenca del Plata, pues una cartografía de la vida, implica otra vida de y en la ciudades. Vivimos el siglo de lo urbano, recordemos que actualmente casi el 80% de los habitantes de América Latina están urbanizados, con la misma o más proporción para la región de la Cuneca del Plata. El tercer planetita de un solcito de arrabales tiene una población urbana desplegada en megalópolis, metrópolis, ciudades medianas y pequeñas, ciudades globalizadas, ciudades duales, ciudades industriales, ciudades portuarias, ciudades rurales, ciudades suburbios, ciudades virtuales, ciudades basura, ciudades violentas, ciudades siempre modernas.

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