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“Patentes y Marcas Verdes” para remediar el cambio climático Patentes y Marcas Verdes para remediar el cambio climático

 

Fabián Pena es ingeniero químico especialista en ingeniería ambiental y derechos intelectuales. Autor en Aporrea.org con artículos de propiedad intelectual y colaborador del portal Rebelion.org. Trabajo desde el estado argentino con organizaciones sociales en estas temáticas.

 

Las predicciones realizadas por la Agencia Internacional de la Energía concluyen que de aquí al 2020, el 60 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero provendrá de economías en transición y de países en desarrollo, poniendo énfasis en que estos países tendrán que “saltarse una o dos generaciones tecnológicas” pasando directamente a las tecnologías racionales desde el punto de vista medioambiental.

 

A partir de estos presupuestos (omitiendo la responsabilidad de los países centrales en los procesos de contaminación) se impulsa desde las corporaciones transnacionales, los gobiernos de países centrales y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI, siglas en español), la utilización del sistema de marcas, patentes y transferencia de tecnologías como instrumentos para fomentar la innovación, el comercio, las inversiones y el avance de la ciencia.

 

Estas afirmaciones son slogans que ocultan la verdadera función de la propiedad intelectual en el modo capitalista de producción: la creación de monopolios, la concentración de ganancias y el bloqueo a la tecnología de países en desarrollo.

 

En plena debacle del capitalismo, esta institución especializada de las Naciones Unidas ha tomado el cambio climático como nuevo eje de campaña mediática, intentando legitimarse y desviar la atención del verdadero rol que le ha asignado el sistema económico mundial a la propiedad intelectual: ser un mecanismo influencia y control sobre los gobiernos, las instituciones del estado, las universidades, las pequeñas y medianas empresas y la “sociedad civil”.

 

En su mensaje por el día mundial de la propiedad intelectual “festejado” cada 26 de abril, el australiano Francis Gurry, nuevo presidente de OMPI promovido por los Estados Unidos, afirma: “el cambio climático es una de las amenazas más temidas por la sociedad: los glaciares están desapareciendo; aumenta la desertificación; hacia 2020, tan sólo en África, entre 75 y 250 millones de personas sufrirán los embates de la escasez de agua… La innovación verde –la creación y difusión de medios tecnológicos destinados a poner remedio al cambio climático – es la clave para evitar que se agoten los recursos del planeta. Ha llegado la hora de concentrarnos en dominar y aprovechar las nuevas fuentes accesibles de energía, como el viento y las mareas, la energía solar y la geotérmica. Nuevas variedades vegetales están siendo desarrolladas para que resistan la sequía y las inundaciones. Los nuevos materiales que no dañan el medio ambiente nos ayudarán a construir un mundo más sostenible”.

 

Nuevamente es costumbre incorporar en el guión de las autoridades títeres de OMPI la referencia a los grandes problemas de la humanidad (que han sido creados por sus principales auspiciantes y patrones: Estados Unidos y Europa) para luego sugerir soluciones mágicas a través de la propiedad intelectual, empleando un discurso cínico propio de todos los organismos globales económicos-comerciales creados por el imperio: FMI, BM, OMC, etc., que constituyen los soportes fundamentales del capitalismo corporativo.

 

Las empresas transnacionales altamente contaminantes han utilizado al sistema de propiedad intelectual -que no diferencia procesos inocuos de contaminantes-, para recalentar la atmósfera aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero y poniendo en riesgo a la especie humana.

 

Desde el inicio de la Revolución Industrial y hasta el año 2000, la concentración de estos gases mostró incrementos de 31% para el dióxido de carbono (CO2), 151% de metano (CH4) y 17% de óxidos de nitrógeno (N2O). Los científicos afirman que estas adiciones son resultado principalmente de la quema de los combustibles fósiles con tecnologías protegidas por patentes o transferidas a países en desarrollo desde las casas matrices de las grandes empresas contaminantes hacia sus subsidiarias.

 

El total de carbono emitido en el siglo pasado a partir de la quema de combustibles fósiles fue de 261,233 millones de toneladas, en las que empresas (fundamentalmente transnacionales) instaladas en 19 países contribuyeron con 82.8% de las emisiones, aportándose desde el resto del mundo el 17.2%.

 

En el año 2008, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera ha alcanzado una cifra récord a nivel mundial de 387 partes por millón (ppm), según las mediciones realizadas desde el Observatorio Mauna Loa, en Hawai (Estados Unidos), representando un crecimiento de casi el 40 por ciento desde la revolución industrial, la cifra más alta de los últimos 650.000 años.

 

Estados Unidos y Europa son los principales emisores de gases de efecto invernadero y todas sus industrias han presentado patentes y marcas que han contribuido al proceso causante del calentamiento global. El sistema mundial de propiedad intelectual fue partícipe necesario en el proceso de contaminación ambiental.

 

La actual arremetida capitalista financiera, económica, social y ambiental es acompañada por los organismos internacionales de propiedad intelectual que intentan promocionar e instalar el concepto de “innovación verde”: expresión que abarca tecnologías supuestamente limpias y nuevas variedades transgénicas de cereales (soja, arroz, maíz, etc) que se adapten a las contaminadas condiciones climáticas creadas por el propio capitalismo.

 

De este modo, las corporaciones norteamericanas y europeas impulsan su modelo proteccionista depredador soportado en “las patentes y marcas verdes” para controlar los futuros procesos productivos de generación de energía y alimentos a escala mundial.

 

La OMPI es parte de la “avanzada” legal y técnica que los países centrales utilizan contra las economías y sociedades del resto del mundo en el accionar de las mega-empresas que apropian recursos naturales aumentando sus ganancias y eliminando a la competencia.

 

Una muestra de estas prácticas fue la fracasada cruzada de J. W. Bush en favor de los “biocombustibles” como falsa solución a la dependencia del petróleo, acompañada de una suba en el precio y una catarata de solicitudes de patentes en todo el mundo relacionadas con tecnologías de biodiesel y bioetanol; éste último, de dudosa viabilidad económica, ambiental y ética.

 

Con la llegada de B. H. Obama comenzó a desplegarse un “discurso limpio” desde el propio gobierno y las industrias contaminantes de los Estados Unidos como salvadora mitigación del cambio climático, transfiriendo responsabilidades sobre la actual debacle ambiental a los países en desarrollo y creando la próxima burbuja verde de negocios.

 

La construcción por parte de OMPI del nuevo mito global de la propiedad intelectual: la “innovación verde” con sus marcas y patentes, emerge como un renovado mecanismo de dominación hacia todos los países tecnológicamente dependientes que así lo acepten.

 

 

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