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04 d agosto 2012
Río+20: no todo está perdido
Por Martin Khor
También disponible en English, Français
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible conocida como Río+20, que conmemoró el vigésimo aniversario de la Cumbre para la Tierra celebrada en 1992, finalizó con manifestaciones de decepción por parte de amplios sectores de los medios de comunicación y de las organizaciones no gubernamentales (ONG) medioambientales, para quienes el documento final aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno y sus representantes de alto nivel contenía escasos compromisos nuevos de acción.
Su descontento era comprensible, pues la Conferencia Río+20, la mayor reunión internacional de dirigentes mundiales que ha tenido lugar este año, había generado grandes expectativas. En efecto, se esperaba que las graves crisis económicas y ambientales que afronta el mundo llevaran a la adopción de medidas decisivas que estuvieran a la altura del vigésimo aniversario de la Cumbre para la Tierra, conocida oficialmente como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
El hecho de que los cientos de jefes de Estado y de Gobierno presentes en Río de Janeiro (Brasil) hubieran sido incapaces de tomar medidas decisivas o de que no se les hubiera pedido hacerlo generó frustración y desengaño. Reinaba la impresión de que los discursos, las mesas redondas y los debates de los grupos de expertos llevados a cabo en el imponente centro de conferencias de Río formaban parte de los actos ceremoniales de los dirigentes políticos, pero que las decisiones importantes que las crisis requerían habían sido eludidas o pospuestas.
Sin embargo, hay razones para hacer una evaluación más positiva de Río+20. En primer lugar, se logró un resultado concertado, algo cada vez más raro en las reuniones multilaterales de alto nivel. En segundo lugar, aunque escasamente se logró reafirmar los entendimientos previos sobre desarrollo sostenible, se mantuvieron las bases de una cooperación internacional. Por último, se encargó a los diplomáticos y funcionarios de todos los países seguir negociando y presentar dentro de uno o dos años soluciones para importantes cuestiones pendientes como los objetivos de desarrollo sostenible, la asistencia financiera y tecnológica y la creación de un foro político de alto nivel sobre desarrollo sostenible.
En el documento final de 53 páginas aprobado en Río+20 titulado «El futuro que queremos» se reafirman o se recuerdan las cuestiones acordadas hace veinte años en la Cumbre para la Tierra (en donde se proclamaron los Principios de Río y se aprobó el programa de acción para el desarrollo sostenible (Programa 21)) o hace diez en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de Johannesburgo (que conmemoraba el décimo aniversario de la primera cumbre, y en donde se aprobó el Plan de Aplicación de las Decisiones de Johannesburgo). En el documento final se insta también a continuar las negociaciones en las Naciones Unidas en Nueva York para fortalecer las instituciones dedicadas al desarrollo sostenible y al medio ambiente, a examinar la posibilidad y la manera de proporcionar recursos financieros y tecnología a los países en desarrollo y a establecer nuevos objetivos de desarrollo sostenible.
A la luz de las cuestiones apremiantes por resolver, no hubo avances significativos, pero Río+20 tampoco ha sido el fracaso que muchos dicen que fue. [...]
Conclusiones
Aunque eran pocas las expectativas justificadas de que Río+20 marcara un hito al hacer frente a las graves crisis actuales, el hecho de que se hubiera llegado a un documento concertado fue de por sí un resultado positivo. El entorno de la cooperación internacional se ha deteriorado recientemente, como lo demuestran el punto muerto en que se encuentran las negociaciones de Doha de la OMC, el fracaso de la conferencia de Copenhague sobre el clima y la incertidumbre que marcó la UNCTAD XIII. Río+20 también fue víctima de los reducidos compromisos de los países desarrollados en apoyo de los objetivos de desarrollo de los países en desarrollo.
Pese a algunas dificultades, los países en desarrollo lograron mantener muchas de sus posiciones y peticiones importantes conseguidas en las negociaciones. Dice mucho de la situación internacional actual el que la reafirmación de los principios establecidos hace 10 y 20 años sea una señal de éxito.
El documento final de Río+20 permite suponer que no todo está perdido para el sistema multilateral del desarrollo sostenible. Las medidas establecidas por mandato en el documento final de Río+20 en relación con el foro político de alto nivel sobre desarrollo sostenible, la estrategia financiera y el mecanismo de facilitación para la transferencia de tecnología y los objetivos de desarrollo sostenible hacen pensar que el próximo será un año de más trabajo (y quizás de trabajo muy importante) para las Naciones Unidas. El éxito de cualquier conferencia está determinado en última instancia por la solidez de su mecanismo de seguimiento. Río+20 podría seguir siendo una conferencia decepcionante o podría convertirse en el comienzo de algo significativo. En ese sentido, Río+20 no ha terminado sino que apenas comienza, como afirmó la Presidenta del Brasil en la ceremonia de clausura de la Conferencia.
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