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Diálogo y cooperación ante los nuevos desafíos de la economía global

Conclusiones y recomendaciones

 

China ha sido, y continuará siendo, un actor central del acelerado proceso de cambio en la geografía económica mundial en que nos encontramos inmersos. Se espera que en el año 2017 su producto interno bruto, medido en Paridad de Poder Adquisitivo, supere al de Estados Unidos, transformándose en la primera economía del planeta. Este dato histórico coincide con un drástico reforzamiento de los vínculos comerciales de China con las economías emergentes y en desarrollo. Asumiendo que el dinamismo de la economía mundial en las próximas décadas estará fuertemente asociado a lo que acontezca con China y las economías asiáticas en general, surge un desafío notable para que la dinámica del comercio y las inversiones Sur-Sur pueda modificar el patrón tradicional de inserción de las economías en desarrollo en la división internacional del trabajo.

 

El elevado crecimiento que se espera para China durante los próximos 10 a 15 años, aun considerando la moderación del mismo reflejada en el XII Plan Quinquenal, abre la posibilidad de prolongar el ciclo favorable de términos de intercambio del que se han beneficiado desde 2003 las economías de América Latina y el Caribe, especialmente las de América del Sur. Esto les permitiría contar con recursos adicionales que serían de gran ayuda, si son bien utilizados, para cerrar las brechas de innovación y competitividad que aún existen en la región.

 

Es el momento propicio para dar un salto de calidad en la relación con China y con la región de Asia-Pacífico en general. Hoy en día China incursiona con inversiones en el exterior, con montos crecientes pero aún comparativamente menores. Al respecto, las translatinas (empresas transnacionales latinoamericanas) cuentan con curvas de aprendizaje internacional más avanzadas que muchas empresas chinas, especialmente en banca, servicios financieros y empresariales, energía, minería y agroalimentos. Por ello, en aquellos ámbitos donde las translatinas cuentan con ventajas, es necesario definir pronto políticas innovadoras que permitan acceder a los ingentes recursos de los fondos soberanos chinos, de sus bancos y de sus empresas. Se trata de campos propicios para estimular alianzas empresariales sino-latinoamericanas y donde se podrían explorar iniciativas conjuntas en el marco de la incipiente internacionalización del renminbi.

 

Los notables excedentes de ahorro de China podrían también ayudar a financiar iniciativas de infraestructura, energía, transporte y logística en América Latina y el Caribe. Este interés debiera verse acrecentado dadas las bajas tasas de interés y de crecimiento que se proyectan para las economías industrializadas en los próximos cinco años. El desafío para la región consiste en identificar dichos proyectos, evaluarlos y gestar una cartera de proyectos donde la inversión china sea más útil para acelerar las obras. Los proyectos de infraestructura definidos en el ámbito de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) y del Proyecto Mesoamérica aparecen como candidatos naturales en este sentido.

 

Si los países de la región logran avanzar en los necesarios procesos de innovación, competitividad, internacionalización de empresas y mayor presencia en cadenas globales o regionales de valor, mejorarían la calidad del empleo y las remuneraciones. En la medida en que estos procesos se complementen con políticas activas de incorporación de las pequeñas y medianas empresas (pymes), será posible avanzar simultáneamente en los desafíos de crecimiento, equidad e inserción internacional. Al contrario, si no se aprovecha bien el momento, podría acentuarse el proceso de reprimarización exportadora, estableciendo modalidades renovadas del vínculo centro-periferia entre China y América Latina y el Caribe.

 

Para que la región en su conjunto se constituya en un socio económico y comercial relevante de China, es urgente aunar esfuerzos nacionales y definir una agenda regional concertada de prioridades. Esto significa privilegiar los acercamientos plurinacionales y otorgar menos énfasis a las iniciativas unilaterales. Para ello, es necesario promover encuentros técnicos, reuniones empresariales y políticas de alto nivel, que ojalá concluyan en una pronta Cumbre de Jefes de Estado China-América Latina y el Caribe, al estilo de las que China tiene con Europa, Asia, África y el mundo árabe.

 

Una agenda de trabajo sobre comercio e inversiones entre América Latina y el Caribe y China podría incluir, entre otros, los siguientes temas:

  • El establecimiento de un grupo de trabajo que examine las estadísticas de comercio entre ambas partes, con el objetivo de superar las importantes discrepancias actualmente existentes entre las cifras de China, por una parte, y las de los países de América Latina y el Caribe, por otra.
  • El intercambio regular de información sobre indicadores económicos básicos, legislación y tendencias en materia de inversiones y comercio birregional, oportunidades y condiciones de acceso a los respectivos mercados (estándares técnicos, medidas sanitarias y fitosanitarias, barreras comerciales no arancelarias, normativas de defensa comercial).
  • El intercambio regular de información sobre los respectivos regímenes relativos a la inversión extranjera, así como sobre las oportunidades existentes para la inversión china en América Latina y el Caribe y para las inversiones de la región en dicho país.
  • El establecimiento de instancias regulares de diálogo sobre las diversas iniciativas de integración y negociaciones comerciales actualmente en curso en América Latina y el Caribe y en Asia Pacífico, incluyendo sus eventuales impactos en la relación económico-comercial entre la región y China.
  • El establecimiento de una instancia orientada a detectar y remover eventuales obstáculos al comercio, así como a identificar oportunidades para su diversificación. La misma debiera constituir un foro privilegiado para prevenir o resolver eventuales conflictos de manera negociada, privilegiando una mirada de largo plazo y una óptica de beneficio mutuo. Este punto reviste gran importancia, en un contexto de preocupación por la fuerte competencia que las manufacturas chinas representan para los sectores industriales de la región.

 

Con todo, el principal desafío que la región tiene por delante es interno. Se trata de cómo vincular la agenda doméstica de innovación y competitividad con el renovado vínculo económico con China, y con la región de Asia Pacífico en general. Por ejemplo, para evitar una excesiva reprimarización de las exportaciones resulta necesario incorporarles mayor innovación y conocimiento. Esto requiere activas políticas de desarrollo productivo, que promuevan avances en productividad, innovación, infraestructura, transporte, logística y calidad del recurso humano. En cada uno de estos temas hay suficiente espacio para construir una agenda regional de cooperación con China, con beneficios mutuos.

 

En esta tarea, más y mejor cooperación e integración regional serían de una gran ayuda. Iniciativas regionales o subregionales conjuntas de innovación, competitividad, infraestructura y combate al cambio climático complementarían el aporte de las políticas públicas nacionales. En la medida en que los países de la región usen activamente esos espacios, se generarán oportunidades atractivas de comercio e inversión con China, y con la región de Asia Pacífico en su conjunto.

 

Un paso adelante en este sentido es la creación del Observatorio de las relaciones entre América Latina y Asia- Pacífico, impulsado por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), CAF – Banco de Desarrollo de América Latina y la CEPAL, y cuya puesta en marcha tuvo lugar el 31 de mayo de 2012. Este Observatorio permitirá profundizar el conocimiento en torno a las relaciones económicas entre ambas regiones, así como contar con un mecanismo permanente que facilite a los países de la región acceder a la información necesaria para la adopción de sus políticas y estrategias sobre la materia.

 

Al concluir, cabe notar que el debate académico chino, en ocasiones, ilustra la “trampa de ingresos medios” que se desea evitar con las dificultades del desarrollo latinoamericano en conseguir crecimiento, competitividad y avances en igualdad. Con todo, los datos más recientes muestran que en la primera década de este siglo la región consiguió logros importantes en crecimiento e incluso en equidad distributiva, aunque bastante menos en innovación y competitividad. Sin embargo, el espacio para intercambio de experiencias de políticas públicas al respecto puede ser muy amplio y mutuamente enriquecedor. Múltiples experiencias regionales de focalización del gasto social, de transferencias condicionadas o de gestión macroeconómica contracíclica, de supervisión financiera prudencial, de reformas fiscales y de coordinación público-privada podrían difundirse en China, estimulando el debate sobre reformas económicas y sociales en pro de un desarrollo sustentable y con mayor cohesión social. Por de pronto, esas son las coordenadas claves que la CEPAL viene transmitiendo a los gobiernos de la región a partir de su documento “La Hora de la Igualdad”. Este es entonces otro campo de cooperación que habría que potenciar.

 

 

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