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“Ambientalistas indignados” podrían asegurar el éxito de Río + 20 “Ambientalistas indignados” podrían asegurar el éxito de Río + 20

 

Los organizadores de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, conocida como Río + 20, que se realizará en junio de 2012 en Río de Janeiro, se propusieron honestamente reunir en ella a todo el mundo o, mejor dicho, lograr representatividad social del orbe entero. Pero como ellos empezaron los preparativos antes de que emergiera en el planeta el movimiento de los “indignados”, la organización que idearon no representa a todo el mundo sino solo a los que ya desde antes venían manifestándose organizadamente y/o por los canales institucionalizados.

 

Cuando hace dos años, por acuerdo de la Asamblea General de Naciones Unidas, se inició la planificación de Río + 20, nadie sospechaba que pronto despuntaría en la Tierra un método de participación social directa en la vida política -sin lugar para intermediarios-. Un método de participación social aupada o sostenida por el tipo de comunicación que proporciona internet: instantánea, barata, fácil de practicar, al alcance de todos, masiva y en redes virtuales. Antes de emerger los indignados desconocíamos el potencial de las personas comunes, mondas y lirondas, de participar en política de manera informada y propositiva prescindiendo de líderes y sin pertenecer a organizaciones más o menos formales. Y es por eso que la Conferencia Río + 20 fue diseñada para que en ella convergieran y dialogaran los gobiernos, las organizaciones de muy diversos sectores sociales e incluso algunas personalidades (los “notables”), pero no la gente desorganizada ni la ignorante o desdeñosa de líderes, o sea, no la gente de a pie que a pesar de estar preocupada y enterada venía estando callada.

 

Río + 20, que desde su etapa preparatoria está planteando un nuevo o renovado modelo de economía mundial -“verde” o “ecológica”- y un nuevo marco institucional mundial para el desarrollo sustentable -incluida una nueva organización de Naciones Unidas para velar por el ambiente-, quiere alcanzar estas metas con la intervención nada más que de gobiernos y de organizaciones que convencionalmente son representativas de la sociedad: sindicatos; gremios de empresarios, de científicos y de tecnólogos; congregaciones religiosas; asociaciones de campesinos, de indígenas, de mujeres, de jóvenes, de estudiantes y de inmigrantes; gobiernos locales; institutos en pro de minorías; etc. Pero a esta altura del desarrollo de la convivencia social en el mundo, y por el carácter y el gran calado de los cambios globales que pretende impulsar Río + 20, pareciera que si esta Conferencia no facilita, sobre la marcha, la participación de miles de indignados ambientalistas del mundo las resoluciones a las que se llegue en ella terminarán chocando con la obstinada realidad, precisamente por haber sido tomadas sin la suficiente participación de ciudadanos, sin los sensatos criterios de estos.

 

Antes de la eclosión de los indignados se podía afirmar que la participación ciudadana era suficiente cuando se contaba con la presencia de todas las partes interesadas organizadas, pero ahora las partes interesadas son más que antes, ahora también los humanos desorganizados y sin líderes son en sí mismos partes interesadas –siempre que se evidencien interesados e informados, como se evidencian los indignados-. Ante Río + 20 no es clave que los indignados se hagan presentes físicamente en la ciudad carioca sino que estén presentes a través de las redes sociales e incluso a través de videoconferencias permanentes. Pero esto habría de ser facilitado por la Conferencia: abriéndose a la comunicación con los indignados ambientalistas del mundo que se manifestasen, o sea, decidiéndose a oírlos e invitándolos a hablar desde sus localidades. Los indignados ambientalistas son decenas o cientos de miles sin organización ni líder pero conectados por internet, aunque aún sin saber cómo comunicarse -en tanto indignados- con la Conferencia de Río, porque el método de participación indignado es muy reciente, habiéndose practicado solamente ante gobiernos y plutócratas; y porque eso de intervenir en una Conferencia geográficamente lejana que dura solo tres días no está ni ensayado ni pensado, además de que de ella no informarán los medios de comunicación masiva más que en la víspera.

 

No será tarea fácil defender la legitimidad de los acuerdos que se tomen en Río + 20 sin antes haber procurado la amplia participación ciudadana en ese evento mediante el método de los indignados. La intervención de estos en el trazado de las contundentes políticas globales que supuestamente se dictarán en Río + 20 aumentaría la probabilidad de que estas fueran realistas y aplicables. A todos nos hace falta oír a los ambientalistas indignados pronunciándose sobre la “economía verde” y sobre el necesario nuevo marco institucional mundial para el desarrollo sustentable, pronunciándose desde su realismo de calle (real y virtual) y no de oficina ni de podio, desde su permanentemente renovada perspectiva, desde su flexibilidad ideológica y su desinterés personal, en ausencia de los cuales tantas voces no podrían unirse en tan masivo coro.

 

Muestra añadida de la no muy actualizada concepción de la participación ciudadana en la Conferencia Río + 20 es el hecho de que se siga llamando “Cumbre de los Pueblos” al foro de “representantes de la sociedad civil” que, como parte constitutiva de la Conferencia, estará sesionando paralelamente al foro de representantes gubernamentales en Río. Las cumbres en general -aunque no necesariamente la mencionada “de los Pueblos”- han sido justamente puestas en entredicho por los indignados, para quienes ese sustantivo suena ya rancio.

 

 

 

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