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Bienes comunes: Un marco y un caleidoscopio de prácticas sociales para otro mundo posible Bienes comunes: un marco y un caleidoscopio de prácticas sociales para otro mundo posible
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Los Comunes

 

El capitalismo es más que un modo de producción. Es una lógica social y política que se irradia por todo el cuerpo social. Lógica que no sólo estructura y concentra poder, sino que está internalizada en nosotros mismos. Atraviesa nuestros cuerpos. Coloniza nuestras mentes. Ocupa nuestra tierra. Emanciparse de esta colonización y eliminar todas las formas de dominación es el objetivo a alcanzar por parte de los movimientos progresistas. Ello requiere cuestionar las bases sobre las cuales se asentó la modernidad. Requiere una revolución mental que desestabilice la infraestructura intelectual vigente. También tenemos que cambiar nosotros mismos, ya que las instituciones y las lógicas mercantiles se reproducen en los individuos y son ellos quienes mantienen estas estructuras en funcionamiento.

Propuestas y resumenes

 

Comunes: otra lógica económica, social y cultural

 

Actualmente en el capitalismo neoliberal, los mercados financieros avanzan sobre todas las esferas de la vida. La economía verde solamente demuestra que el dinero necesita nuevos mercados para valorizarse. Los alimentos, las dimensiones de la naturaleza esenciales para la vida (agua, biodiversidad, aire, tierra), los servicios sociales comunes (salud, educación, cultura) y el conocimiento compartido son financiarizados y transformados en mercancía. ¡Ese es el problema! Por tal motivo, las alternativas solo podrán avanzar si el campo de actividad del mercado y de las finanzas se reduce y si logramos una transformación intelectual. Las prácticas sociales que necesitamos exigen que repensemos las relaciones entre los humanos y la Madre Tierra. Respetar los derechos de la naturaleza es un supuesto para la lógica de los Comunes que, a su vez, afianza los derechos de la naturaleza.

 

Los llamados “bienes comunes” no son bienes. No son “cosas” separadas de nosotros. No son simplemente el agua, el bosque o las ideas. Son prácticas sociales de “commoning”, de actuar en forma conjunta, basadas en los principios de compartir, cuidar y producir en común. Para garantizarlas, todos los que participan en un “común” tienen el derecho de codecidir las normas y reglas de su gestión.

 

Ejemplos de la rica variedad de tales experiencias e innovaciones son: los sistemas de gestión comunitaria de bosques; de canales de agua; de áreas de pesca y tierra; los numerosos procesos de “commoning” del mundo digital, como las iniciativas de cultura y de software libres; las iniciativas no mercantiles de acceso a la vivienda en las ciudades; las estrategias de consumo cooperativo vinculadas a las monedas sociales y muchas otras. Todas ellas son claramente formas de gestión diferentes, tanto de las del mercado como de las organizadas por estructuras jerárquicas. Juntas ofrecen un caleidoscopio rico en autoorganización y autodeterminación. Todas ellas fueron descuidadas y marginadas en los análisis políticos y económicos clásicos. Todas ellas se sustentan en la idea de que nadie puede tener una vida satisfactoria si no está integrado en relaciones sociales; que la plena realización personal depende de la realización de los demás y viceversa. De esta manera, se apagan las fronteras entre el interés particular y el interés colectivo.

 

Al igual que el capitalismo, el “commoning” es más que un modo de producción y regulación. No es algo del pasado: goza de buena salud y de vitalidad, tanto en las comunidades locales como en las comunidades digitales globales. Ahora, nuestro desafío es extender estas relaciones a la sociedad en su conjunto. Esto nos permitirá superar las limitaciones de dualismos que nunca responden ni reflejan las complejidades de la vida. No es suficiente dividir el mundo en público o privado, estatal o mercantil, naturaleza o cultura, objeto/cuerpo o sujeto, hombre o mujer. Siempre existen otros aspectos de la realidad, más allá de estos dualismos.

 

Cuando hablamos de los Comunes, no hablamos únicamente de cómo satisfacer las necesidades básicas, sino también de cómo (re-) producir en común la vida moderna. Es esperanzador que las nuevas tecnologías de generación de energía limpia o de la información y de la comunicación nos permitan realizar nuevas experiencias de commoning. Dichas tecnologías nos proveen herramientas para producir de forma colaboradora, peer-to-peer, lo que necesitamos: energía eléctrica, softwares libres, designs, medicamentos y mucho más. A su vez, las radios comunitarias, el advenimiento del copyleft o las experiencias digitales de autoorganización brindan nuevos subsidios para afianzar un paradigma en el cual lo que es producido por todos se destina al usufructo de todos. Tales herramientas y formas de colaboración tienen el potencial de transformar las relaciones de poder y de producción, así como la distribución de las riquezas. ¡Nos corresponde a nosotros aprovecharlo!

 

Ello exige abordar de forma crítica la ubicuidad de la propiedad privada, ya que en los Comunes existen muchas y variadas formas de propiedad. Cuando hablamos de Comunes, no hablamos de “tierra de nadie”, sino de espacios y recursos controlados por los propios usuarios y usuarias. Asimismo, ello exige cuestionar también la propiedad intelectual, tanto en lo concerniente a los derechos autorales como a las patentes. Los frutos de la ciencia pública vienen siendo sistemáticamente patentados. Pero la comunidad científica, a quien se le paga con nuestros impuestos, y la sociedad deben reafirmar que el conocimiento científico es parte de los Comunes, es nuestro patrimonio, accesible a cada uno y a cada una. Aquello que fue producido o financiado con recursos públicos ¡debe permanecer en el ámbito público!

 

Una ciencia al servicio del bien común es, ciertamente, otra ciencia. Se preguntaría no sólo cómo resolver problemas (tecnológicos o científicos) o cómo controlar cosas, sino también… cómo vivir en armonía con la naturaleza y los demás. A la vez, los conocimientos ancestrales que forman parte del patrimonio intelectual de la humanidad no pueden ser marginados. Responden a conceptos como los de “Vida Plena” y “Buen Vivir” y son portadores de lógicas y aspiraciones muy distintas de aquellas de la mercantilización de la naturaleza. Las organizaciones sociales, particularmente de los pueblos tradicionales y de los campesinos, tienen que ser parte integral del monitoreo de los territorios, de los sistemas de gobernanza y de las (nuevas) tecnologías, independientemente de los gobiernos.

 

Los Comunes son el futuro y no el pasado. Y el futuro no es un lugar hacia el cual nos dirigimos, sino un lugar que estamos creando. No encontramos caminos para el futuro; nosotros los construimos. Y la actividad de construirlos transforma tanto al que los construye como al propio destino.

 

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